Al escribir estas líneas me remonto a observar en mi memoria el enfoque hacia mi
querida “K”. Ella es una estudiante de unos veinte años, muy interesante para destacar
por como se ha desenvuelto y como prosigue haciéndolo dentro del entorno de la
discapacidad visual y otras particularidades físicas que obligan al sistema de la
Educación Especial a crear un formato y objetivos muy específicos y personalizados
para lograr una K que se sienta lo más segura , independiente pero por sobre todo, lo
más feliz posible.
Cuando la evoco, me resuena en mi cabeza su auténtica voz exhalando de su labio
leporino un ¡seño!, o ¡ seño Maripi!, y allí aparece escoltada por una o dos docentes
que la guían a ubicarse entre las paredes, el respaldo de su silla y el borde de la mesa
de trabajo que tiene delante suyo. Dichos pasos los da para acomodarse a sí misma, su
bastón y su mochila que requieren de varias intervenciones orales evitando el
contacto físico con ella para que logre encontrar su propio equilibrio físico (posee las
caderas desniveladas y por consiguiente pisa y camina alterada) y su seguridad
emocional.
Todas las indicaciones tienen que ver con orientaciones espaciales de todo tipo para
que ella intente incorporarlas y memorizarlas pero en varias oportunidades es
necesario ir cuerpo a cuerpo, mano sobre mano, produciéndole el registro exacto de
corporeidad sobre lo que se pretende hacer, como por ejemplo, abrir su mochila
utilizando un elemento colgante, còmòdo y flexible que le permite identificarlo a la
brevedad y así poder sujetarlo con cierta fuerza para abrir y cerrar sola su mochila y
poder extraer su rutinario cuaderno de comunicaciones.
Una vez ya instalada en su silla, pese a carecer de uno de sus globos oculares sin
prótesis y el otro carente también de utilidad, ella tiene siempre una hermosa y
despierta postura con los oídos bien abiertos para disfrutar de su especialidad:
escuchar e imitar cualquier tipo de sonidos de toda fuente sonora, y lo hace a la
perfecciòn produciendo un entorno de simpatías y carcajadas en todo tipo de
momentos, los esperados como los sorpresivos.
Así como es de dulce, jocosa y extrovertida, a la hora de presentarle elementos nuevos
de contacto, los docentes tienen que realizar un “curso intensivo de paciencia y
perseverancia” para evitar que K no se los arroje por la cabeza o le produzca el rechazo
extremo abriendo sus dedos al máximo en retroversión con tal de “No tocar lo
desconocido”. En estos casos se le suele hablar con mucha dulzura cambiándole
parcialmente de tema pero trabajándole a su vez mano sobre mano para amigarla con
el material , hasta lograrlo.
Una costumbre que le fascina es ir al baño con su bolsita de higiene en una mano y
sostenerse de la pared, con la otra, siempre yendo con una guía docente a un paso
por delante y a veces otra al costado sin sostenerla, tan solo para animarla a tomar
fuerza y seguridad en su andar.
Todos sus movimientos y tiempos de pensamientos son más lentos y su nivel de
aprendizaje llega para alcanzar algunas habilidades para la vida diaria, como caminar
sola, ponerse y sacarse la mochila y abrigo, lavarse las manos con jabón y secado, etc.
En horario recreativo como de clase le encanta cantar y aplaudir el trabajo como a sí
misma para felicitarse y a la hora de estar al aire libre, pide una silla para sentarse y
jugar a la pelota grande con un docente que le lance bien y cerca la misma y ella, al
término del conteo hasta tres, la lanza siempre hacia arriba.
K es feliz yendo a la escuela para que le cuenten cuentos e historias, reírse y aplaudir
de cualquier motivo pequeño de celebración, cantar muchas canciones (aunque casi
no se le comprende el lenguaje por su dificultad bucal) y emitir con gran sonrisa y
explosión verbal: ¡Ay, seño, ja,ja, ja, ja!
Pese a todas sus dificultades físicas, detrás de un cuerpo maltratado por la naturaleza,
hay una hermosísima flor que nos emociona cada día con su gran sonrisa y esfuerzo de
voluntad por querer disfrutar de la vida tal como es ella.